El pasado viernes 17 de
enero, luego de una primera cancelación por temas de salud, tuvimos la suerte de contar con la presencia de la economista Amaia Pérez
Orozco en el CSO La Fábrika de Villalba. La invitamos para que nos ayude a
desenredar la crisis y pudimos oír, conversar y debatir sobre a) la mirada
crítica del feminismo a la crisis. b) qué es “la vida que merece ser sostenida”
y c) cómo nos podemos organizar para gestionarla.
El siguiente escrito no es
un resumen de lo que nos contó Amaia, sino más bien cómo vivimos, interpretamos
y digerimos la charla nosotras, que no somos economistas. Hemos pedido a Amaia
que nos revise estas líneas por si metíamos la pata.
I
Vamos por partes, lo primero
que nos contó Amaia fue qué es la crisis. Desde la mirada del feminismo no
llamamos crisis al estallido financiero, esa no es nuestra crisis, esa es la
crisis que ha puesto en jaque el sistema de acumulación capitalista. Para el
feminismo, el ecologismo y otras corrientes críticas de pensamiento, la crisis
viene de antes y está dada por la insostenibilidad e injusticia del sistema
capitalista y heteropatriarcal que ha mercantilizado la vida, poniéndola al servicio del proceso de acumulación de
capital. Para el capitalismo, nuestra humanidad se reduce a ser “fuerza de
trabajo” y a “consumir”.
La mirada feminista intenta
poner en el centro de la economía (entendida ésta como la gestión de la vida
cotidiana) el sostenimiento de la vida. Por eso, para la economía feminista, no
hay que centrarse en el crecimiento económico, que va a generar empleo, que a
su vez generará consumo, sino más bien, propone mirar fuera de la lógica del
mercado, pues todas las estructuras que sirven al mercado giran en torno a la
acumulación de capital. Si somos capaces de mirar fuera de la lógica
capitalista y heteropatriarcal, veremos que la economía, vuelve a sus orígenes,
a su concepción más básica: gestionar cómo se debe sostener la vida. Solo así,
desde esta otra mirada nos reconoceremos a nosotras mismas como seres humanos
en toda su dignidad y no solo como mano de obra.
¿Y por qué hablamos de una
lógica heteropatriarcal que guía el capitalismo? Porque de un lado, el capital
invisibiliza y menosprecia el trabajo necesario para mantener la vida y de
otro, lo hace recaer básicamente en una parte de la población, las mujeres. Así
pues, las mujeres dentro del capitalismo han sido una fuerza imprescindible para
reproducir la mano de obra, pero este trabajo, el de los cuidados, no cuenta,
es invisible, nunca hasta hace muy poco, ha constado en ningún análisis
económico, ni siquiera en las críticas a la economía que se hacen desde las
“izquierdas”.
II
¿Qué queremos decir cuando
hablamos de “la vida que hay que sostener”, que “merece la pena ser vivida”? La
lógica heteropatriarcal, que como hemos visto invisibiliza y menosprecia el
trabajo de los cuidados, nos ha convencido de que los seres humanos somos
individuos independientes y autosuficientes. Las feministas siempre han dicho
que la autosuficiencia es una mentira. Las personas somos cuerpos precarios y
vulnerables y necesitamos constantes cuidados. Y también somos dependientes de
la naturaleza. Por eso, esa vida que se hay que sostener, no es la vida de un individuo
autosuficiente e independiente cuyas necesidades se satisfacen en el mercado, sino
que la vida que hay que sostener es una vida frágil y dependiente. Los cuidados
adquieren centralidad e importancia pero hay que ver también de qué hablamos
cuando nos referimos a los cuidados, pues dentro de la lógica heteropatriarcal,
los cuidados adquieren una dimensión reaccionaria y conservadora. Expliquemos
un poco esto último: hombres y mujeres hemos construido nuestras identidades de
maneras muy diferentes. Los hombres la construyen como sujetos independientes,
capaces de buscar su propia realización. Esto lo logran entrando en el mercado
laboral, con un trabajo remunerado, si hay suerte, haciendo una carrera
profesional. En cambio, desde la perspectiva heteropatriarcal, las mujeres se
construyen para los demás. La felicidad de las mujeres no está en buscar su
propio bienestar y felicidad, sino que se realizan a través de la felicidad de
los demás: de sus parejas, hijos e hijas, de sus seres queridos. A las mujeres
les han enseñado a renunciar a si mismas.
Por eso, no hay que caer en
una lectura idealizadora de los cuidados y más bien podríamos hablar de una ética reaccionaria del cuidado:
-
Recaen básicamente en solo un sector de la
población, las mujeres
- Estas mujeres suelen poner su felicidad por debajo
de la felicidad de sus seres queridos, se idealiza el sacrificio de las mujeres
por sus familias. En última instancia, esta valorado positivamente que las
mujeres se inmolen por sus familias.
-
Se busca el bienestar de sus propias familias, las
demás que se apañen
-
En última instancia, ocultan los conflictos porque
amortiguan las tensiones sociales y económicas (pensad qué pasaría si se declarara
una huelga de cuidados)
Esto último es muy
importante. El Estado, para rescatar al mercado, a la banca, a los sistemas
financieros, han atacado con furia las condiciones de vida de la gente.
Recortes sociales, desahucios, precariedad no solo del trabajo, sino de la
vida. A menudo nos preguntamos como la gente aguanta tanto sin estallar. Una
respuesta estaría en ver cómo los hogares han desplegado tres estrategias de supervivencia:
a) La economía de rebusque:
buscar todo tipo de fuente de ingresos, un trabajo remunerado, que cada vez es
más precario, pero también recurrir al autoempleo, que a veces es
autoexplotación, a la economía informal, al subempleo en todo y en nada a la
vez.
b) La economía de retales:
los miembros de los hogares, incluso quienes se independizaron pero han tenido
que volver, ponen en común todos los recursos disponibles, de dinero y tiempo, haciendo de todo para llegar a fin de
mes.
c) La economía invisible,
el trabajo no remunerado: es decir, cuando hay que seguir viviendo y cuidando y
el estado ha recortado prestaciones ¿Quiénes asumen el cuidado de niñxs, de
ancianxs, de personas dependientes? Todo esto es un trabajo que hay que sacar
adelante pero se hace fuera del mercado, no se paga y por lo tanto, está
invisibilizado, alguien lo hace, pero no se sabe quien.
Estas tres estrategias son
globales, se desarrollan en el ámbito privado (hogares) y están feminizadas,
recaen casi siempre en las mujeres, esas madres coraje o superwoman que lo
hacen todo por la felicidad de sus seres queridos y de paso, así construyen su
felicidad.
También hay que tener en
cuenta que estas estrategias de supervivencia no son iguales para todxs. No
podemos hablar de que cada vez hay más pobres mientras unos pocos se
enriquecen. Esto sería un planteamiento dual: ellxs y nosotrxs. Pero no es así,
dentro del nosotrxs la crisis ha impactado de mil maneras diferentes, por eso
hablamos también de un proceso de hipersegmentación
social. La crisis no nos afecta igual a todxs. No todxs nos posicionamos de
la misma manera frente a los problemas comunes. Algunxs tendrán trabajo, otros
no, algunos no tendrán derechos de ciudadanía, otrxs si, algunos tendrán redes
familiares y sociales en los que apoyarse, otros están más desprotegidos. Por
ej. Si nos fijamos en los recortes en sanidad, estos no le afectarán por igual
al médico que está luchando por defender sus derechos laborales, que al parado
que se verá excluido luego de seis meses de no cotizar, o al inmigrante que ha
sido radicalmente borrado del sistema.
“La vida que merece ser
sostenida”, es un concepto que está por construir, es un debate abierto y
colectivo, en el cual todos y todas tenemos que aportar.
III
Por último, se habló de
cómo organizar o gestionar la vida que merece la pena ser vivida. Ahora mismo,
quien garantiza o mejor dicho, quien no garantiza la vida de las personas es el
mercado y también el Estado, que sirve a los mercados. La lógica
heteropatriarcal invisibiliza que la vida se gestiona, en última instancia en
los hogares, donde como hemos visto es el lugar donde realmente se viven todos
los ajustes económicos y se despliegan las estrategias de supervivencia.
Hay que pensar en otras
formas de organización de la economía, dado que el mercado y el estado no
garantizan la vida. Tampoco hay que perder de vista que los hogares hoy en día
son una institución poco o nada democrática.
Entre las “otras formas”
que hay de organizar una economía que gestione el sostenimiento de la vida, se
habla por ejemplo de la economía social, la autogestión, monedas sociales, diversas
formas de trabajo colectivo. Hay que seguir exigiendo al estado que garantice
lo público, la sanidad, la educación, la cultura, y también hay que
democratizar radicalmente los hogares. Los cuidados no son sólo cuestión de
mujeres. Todos debemos ser solidarios y cuidarnos unos a otros. Hay que mirar
otras formas de convivencia más liberadoras y comprometidas, y hay que empezar
a luchar desde el propio hogar. Hay que democratizar, visibilizar y politizar
los hogares. Se trata de llevar la lucha más allá del mercado laboral. La
economía feminista plantea la lucha no desde la precariedad del mercado
laboral, sino la lucha desde la precariedad de la vida en su conjunto.
IV
Para terminar
el coloquio que siguió a la charla, hicimos una ronda entre los participantes
de qué es lo que significaba para cada uno de nosotrxs la vida que merece la
pena sostener y estas fueron algunas de las demandas que se escucharon:
- que el trabajo esté integrado en la vida (menos
horas dedicadas, más flexibilidad, otras formas de trabajo)
- que la precariedad de la vida, de cómo garantizar el
ciclo vital nuestro y de las generaciones venideras no nos estrese ni nos quite
el sueño, que lo elemental esté garantizado (alimentación, salud, educación)
-
Dignidad, libertad, solidaridad, valores, amor
-
Crear comunidad, salir del individualismo
-
Volver a la naturaleza, vivir en consonancia con la
naturaleza
-
Crianza compartida, salir de la familia nuclear
-
Autonomía y autogestión
-
Respeto a la singularidad, a la diversidad
-
Que la muerte sea digna
-
Que la vida merezca la alegría
El debate sigue abierto, la
lucha continua.
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